¡Hola! Cuando echo la vista atrás unos diez años en la educación y siempre según mi experiencia, veo que hemos cambiado grandemente. En todas las citas electorales a las que he podido acudir me ha tocado votar siempre en el que fue mi colegio: el Gonzalo de Córdoba. En él estudié infantil y primaria en una felicidad que recuerdo rodeado de muy buenos amigos. También recuerdo que el método de aprendizaje era muy similar al que luego tuve en el instituto: el profesor se sentaba en su silla o se paseaba por el aula dando clase normalmente con la metodología tradicional o magistral. No existía ni un atisbo de medios informáticos en clase, y eso que ya era la década del 2000: si querías tener acceso a algo que tuviera que ver con la informática debías esperar a la clase semanal de informática en la que nos llevaban a la única zona con ordenadores disponibles para niños (que ni siquiera era un aula como tal, habían acondicionado un pasillo para tal fin con varios ordenadores propiedad de
¡Hola! Vamos a imaginarnos que estamos en clase y somos el profesor. Estamos dando clase de nuestra especialidad, de historia en mi caso, a un grupo cualquiera de secundaria. En un momento determinado les hablo de la fecha del examen y les doy la posibilidad a mis alumnos de elegirla: acaba de crear la tercera guerra mundial. Empiezan a darme multitud de posibilidades de fechas y todos quieren que la suya sea la escogida. ¿Qué hacer ante este conflicto? Bajo mi punto de vista lo primero que haría sería apuntar todas las posibilidades en la pizarra en orden cronológico. Es decir, que las posibles fechas de examen me las digan en orden: por ejemplo el 6 de noviembre, el 8, el 16, el 17, el 20 y 21. Una vez apuntadas lo primero que haría sería retirar aquellas denominadas “imposibles”: las que sean posteriores a la entrega de actas, las que sean tan tempranas que no les dé tiempo a estudiar todo el material ni a terminarlo yo de impartírselo y por último las que estén muy próximas a l